El nuevo curso político comenzó el 25 de agosto, y en las primeras semanas de septiembre se va iniciando el nuevo curso en las escuelas y en numerosos ámbitos de la sociedad y de la Iglesia. Las vacaciones siempre son ocasión para descansar y recuperarse, y también para reflexionar con más calma sobre el trabajo, la vida, sobre criterios y actitudes. Eso nos va bien a todos, porque todos tenemos responsabilidades de una u otra manera, en diferentes ámbitos y niveles, y las hemos de ejercer con actitud de servicio, nunca de dominio. Contemplando el panorama internacional, plagado de conflictos bélicos antiguos y recientes, y el panorama nacional, no exento de turbulencias y crispación, os propongo recordar la oración de Salomón, recogida en el primer Libro de los Reyes 3, 5. 7-12. Dice así:
«En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: “Pídeme lo que quieras”. Respondió Salomón: “Señor Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso? Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello y Dios le dijo: Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti”».
El joven rey Salomón podía pedir todo lo que quisiera, pero no pidió éxitos personales, ni victorias bélicas, ni riquezas materiales, ni la eliminación de sus enemigos. Al contrario, pide el arte de saber escuchar y gobernar, de captar con objetividad la realidad, de tener un juicio recto para discernir el bien y el mal, para acertar en aquello que debe o no debe hacerse. En realidad, gobernar un pueblo es una misión de tal envergadura que cualquier persona sensata se siente sobrepasada. No es un privilegio, ni un dominio, sino un servicio; y la actitud de servicio lleva a estar atentos a las personas, a todas las personas, a buscar siempre el bien común, y a trabajar al servicio de la justicia y la verdad.
El papa Benedicto XVI pronunció un discurso memorable en el Parlamento federal alemán el 22 de septiembre de 2011 y comenzó citando precisamente la oración de Salomón. En su comentario subrayó que la esencia y el sentido último de la actividad de los políticos y gobernantes radican sobre todo en el compromiso por la justicia, en la creación de las condiciones para la paz, en trabajar al servicio del derecho y en combatir la injusticia. En momentos históricos de gran complejidad este deber se convierte en algo particularmente urgente. Y concluyó sus palabras refiriéndose al patrimonio cultural de Europa, recordando que sobre el fundamento de la convicción de la existencia de un Dios creador, Europa ha desarrollado el concepto de los derechos humanos, de la igualdad de todos ante la ley, de la inviolabilidad de la dignidad humana y del reconocimiento de la responsabilidad de los seres humanos por su conducta. La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma, es decir, del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. Un triple encuentro que configura su identidad.
Dios concedió a Salomón lo que pedía y mucho más. Pidamos nosotros también un corazón sabio e inteligente al servicio de la justicia. Es el mejor camino para la construcción de la paz y el bien común.
+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla
Carta Pastoral | Un corazón sabio e inteligente (11-09-2022) 107.95 KB
Fuente original: https://www.archisevilla.org/un-corazon-sabio-e-inteligente-carta-pastoral-del-arzobispo-11-09-2022/