El 15 de octubre celebramos la fiesta de santa Teresa de Jesús, mística, reformadora del Carmelo y doctora de la Iglesia. La historia de esta mujer es apasionante y comienza con el nacimiento de una niña de Ávila, Teresa de Cepeda y Ahumada, que vino al mundo el 28 de marzo de 1515 y lo dejó el 4 de octubre de 1582 en Alba de Tormes. Ha servido de inspiración a innumerables discípulos; baste citar dos ejemplos del siglo XX: la filósofa y mística Edith Stein, que tomó el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz cuando se hizo monja carmelita de clausura, y la de Agnes Gonxha Bojaxhiu, que tomó el nombre de Teresa de Calcuta, entregada a los más pobres.
Teresa disfrutó de una infancia y juventud acomodadas, con posibilidad de leer numerosas novelas de caballerías, a las que era muy aficionada, y que hicieron despertar de un modo sin igual su imaginación. También tuvo acceso a libros de espiritualidad, como el Tercer Abecedario Espiritual de Francisco de Osuna, o numerosas vidas de santos. Ella misma afirmará después que su infancia pasó entre libros y por eso recomendará vivamente que en sus conventos haya una buena biblioteca, colmada de obras que puedan alimentar el alma de las monjas. Para santa Teresa la lectura piadosa era tan necesaria como el alimento para el cuerpo.
Su reforma buscó la renovación de la Iglesia, volviendo a los orígenes fundacionales de su orden, a la forma original, a la esencia de la vida religiosa. Pone las virtudes evangélicas como fundamento de todo el edificio espiritual: el desapego de las riquezas, la caridad en las relaciones humanas, la humildad como amor a la verdad, la determinación como fruto de la audacia cristiana, la esperanza teologal. Otro aspecto nuclear de su espiritualidad es la centralidad de Cristo. Enseña la importancia de la oración, que es el mejor camino para llegar a la perfección de la caridad y a la unión con el Señor; concede una gran importancia a la meditación de la Pasión del Señor y a la Eucaristía, que es presencia de Cristo, en la Iglesia, corazón de la Liturgia y alimento de la vida de fe del creyente. Fue ella una mujer, sin duda, adelantada a su tiempo, pues siglos después el Concilio Vaticano II acometería esta misma tarea poniendo en valor el estudio de la Biblia, la doctrina de los Santos Padres y la Sagrada Tradición de la Iglesia; dando así un impulso renovado a la Teología.
Además de un inmenso legado en el que podemos encontrar algunas de las más hermosas obras de espiritualidad, santa Teresa nos dejó la inquietud por buscar lo esencial en nuestra relación con Dios. Ella ha pasado a la historia de la espiritualidad como una gran maestra de la oración. ¿Qué es la oración para Teresa? Algo a la vez elevado y sencillo. “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Vida, VIII, 5). Teresa esgrimirá el argumento definitivo para animar a los que temen emprender el camino de la oración: “A los que tratan de oración el mismo Señor les hace la costa, pues, por un poco de trabajo, da gusto para que con Él se pasen los trabajos” (Vida, VIII, 8).
En la oración, Santa Teresa encontró la puerta obligada a Las Moradas. Un lugar donde, como ella misma dice, ocurren las cosas más secretas entre Dios y el alma. El lugar donde entramos en comunión con el Señor y nos abandonamos a su voluntad sabiendo que suyos somos, que para Él nacimos. Dios quiera que todos nosotros incrementando nuestra oración alcancemos tantas gracias como el Señor concedió a Teresa de Jesús y descubramos en nuestra vida que solo Dios basta. Para todos mi abrazo fraterno y mi bendición.
+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla
Teresa de Jesús. Apuntar a lo esencial | Carta pastoral del arzobispo de Sevilla (16-10-2022) 108.71 KB
Fuente original: https://www.archisevilla.org/teresa-de-jesus-apuntar-a-lo-esencial-carta-pastoral-del-arzobispo-de-sevilla-09-10-2022/