Cuando una sierva de Jesús habla del carisma lo primero que se le aparece en la mente es la imagen de su madre fundadora, santa Mª Josefa del Corazón de Jesús. Ella es el prototipo del carisma de la congregación.
La madre fundadora se presenta como una figura deslumbrante, siempre dispuesta a seguir la voz de Dios. Algo parece empujarle, como si viera lo que nosotros no vemos, y tiene algo que la hace distinta de las demás. Ese “algo” indefinible -pero cierto y evidente-, podemos darle el nombre de “carisma”. Pero, ¿qué es el carisma? San Pablo lo describe como un don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad.
En efecto, la Iglesia, a través de las obras de misericordia, sale al paso de las necesidades del hombre para prestarle alivio. Y para ello, se vale de la acción personal de hombres y mujeres movidos por la fuerza del Espíritu.
Todas las siervas de Jesús participamos del mismo carisma de nuestra madre fundadora y él nos hace ser distintas y singulares en medio del conjunto de las demás congregaciones religiosas. Así, el carisma de santa Mª Josefa es el “molde” que nos configura como siervas de Jesús. Por lo tanto, podemos decir que el Espíritu de Dios infundió en el alma de santa Mª Josefa un carisma de caridad para bien de la Iglesia, y este mismo carisma sigue vivo y operante en nosotras, las siervas del tercer milenio.
Toda esta Teología las siervas de Jesús la resumimos en una frasecita corta, que reúne toda la sustancia de nuestro carisma: “Amor y sacrificio”. La aprendemos desde que entramos en el noviciado, y la vamos haciendo vida cada día en el cumplimiento de los pequeños servicios que nos encarga la comunidad. Y podemos decir que, con el paso de los años, si somos fieles a nuestra llamada, esa frasecita, que es nuestro lema, actuará como un verdadero martillo pilón hasta hacernos siervas de Jesús de cuerpo entero.
Nosotras somos el material, y nuestro lema, la herramienta que nos trasformará en auténticas siervas de Jesús. Y como es deducible, el martillo pilón no es nunca de terciopelo, sino de buen acero, pero tiene una eficacia magnífica, pues nos da la forma del molde de santa Mª Josefa.
Del carisma siempre brota la espiritualidad, que es el modo como nosotras concretamos este carisma, lo hacemos vida, no solo con palabras o sentimientos un poco vagos, sino como se dice “con el mazo dando; buscando la gloria de Dios”. Así, nuestra espiritualidad de las siervas busca nuestra santificación, nuestra configuración con Cristo, adquiriendo el espíritu propio del Instituto; siendo conscientes de la condición de siervas, que estamos llamadas a servir como Cristo; en unión con el siervo de Yahvé, Cristo Jesús; y viviendo la pertenencia exclusiva a un solo Señor.
Todo esto se ha concretado en la casa de las siervas de Jesús en Sevilla que, desde el mes de noviembre de 1953, un grupo pequeño de hermanas empezó la asistencia a los enfermos y esa presencia continua aún en nuestros días. Es cierto que las hermanas han disminuido mucho en número, pero el carisma de caridad con los enfermos y necesitados se sigue manteniendo.
Hermana Teresa Pozo, Sierva de Jesús
San Vicente 5, 41002. SEVILLA
Fuente original: https://www.archisevilla.org/realidades-de-la-vida-consagrada-las-siervas-de-jesus/