Lecturas del domingo 11 de junio
Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16ª
Te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres.
Moisés habló al pueblo, diciendo:
«Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto; para afligirte, para probarte y conocer lo que hay en tu corazón: si guardas sus preceptos o no.
Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni
conocieron tus padres, para hacerte reconocer que no solo de pan vive el hombre, sino que vive de todo
cuanto sale de la boca de Dios. No olvides al Señor, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con serpientes abrasadoras y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres».
Salmo 147, 12-13. 14-15. 19-20.
R: Glorifica al Señor, Jerusalén
- Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión. Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R.
- Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. R.
- Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos. R.
Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 16-17
El pan es uno; nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo.
Hermanos: El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión del cuerpo de Cristo? Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan.
Secuencia (opcional): Lauda, Sion, Salvatorem
He aquí el pan de los ángeles, hecho viático nuestro; verdadero pan de los hijos, no lo echemos a los perros.
Figuras lo representaron: Isaac fue sacrificado; el cordero pascual, inmolado; el maná nutrió a nuestros padres.
Buen Pastor, Pan verdadero, ¡oh, Jesús!, ten piedad. Apaciéntanos y protégenos; haz que veamos los bienes en la tierra de los vivientes.
Tú, que todo lo sabes y puedes, que nos apacientas aquí siendo aún mortales, haznos allí tus comensales, coherederos y compañeros de los santos ciudadanos.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo -dice el Señor-; el que coma de este pan vivirá para siempre. R.
Juan 6, 51-58
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo». Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Comentario bíblico de Pablo Díez
El pan de la vida es el hilo conductor de las lecturas en esta fiesta del Corpus. En el Antiguo Testamento aparece bajo la tipología del maná. El libro del Éxodo lo presenta como un sustento material, un alimento otorgado por la providencia divina para que el pueblo no perezca de hambre (Ex 16). Pero en Deuteronomio aparece ya espiritualizado. Se recalca que es un nutriente desconocido hasta ahora, basándose probablemente en la etimología del término maná (¿Qué es esto?) que nos ofrece Ex 16,15. Su función no es ya solo la subsistencia, sino el aprendizaje de la verdadera fuente de la vida: “lo que sale de la boca de Yahvé” (Dt 8,3). Jesús precisará que esto no es otra cosa que la palabra divina (Mt 4,4). Tal como muestra el capítulo primero del Génesis, esta no es solo el origen de la vida, sino también de todo lo creado.
Esta palabra ha cristalizado en los mandamientos de la Torá que Yahvé ha anunciado a Israel (Sal 147,19) para que tenga vida cumpliéndolos (Dt 4,40; Prov 7,2; Mt 19,17). Pero, si en el Antiguo Testamento la vida se obtenía por la escucha de la palabra (Dt 6,4), en Jesús la Palabra se ha encarnado constituyendo el auténtico pan vivo que baja del cielo y permite alimentarse de él, dando vida imperecedera al que lo come (Jn 6,54) por la inhabitación del Verbo en él (Jn 6,56), y vertebrando la comunidad de creyente como cuerpo místico de Cristo (1Cor 10,17).
Fuente original: https://www.archisevilla.org/lecturas-de-la-solemnidad-del-santisimo-cuerpo-y-sangre-de-cristo-ciclo-a/