En estas fechas señaladas, el máximo responsable de la Iglesia invita a los cristianos a vivir estas fiestas en la armonía familiar. Para ello, facilita cuatro claves que considera vitales.
- Hagamos espacio en nuestros corazones y en nuestros días al Señor.
«Cada familia cristiana, como hicieron María y José, puede recibir a Jesús, escucharlo, hablar con Él, estar con Él, protegerlo, crecer con Él; y así mejorar el mundo. Hagamos espacio en nuestros corazones y en nuestros días al Señor”.
- Que la Navidad no sea una fiesta del consumismo desmedido.
«Padre, nosotros organizamos un festín, todos contentos. Esto es bonito, un festín está bien pero ésta no es la alegría cristiana de la que hablamos hoy”.
- Que sea una fiesta de la alegría, de acoger al Señor en el pesebre y en el corazón.
«Que la Santa Navidad no sea nunca una fiesta del consumismo comercial, de la apariencia, de los regalos inútiles, o del desperdicio superfluo. Si no que sea una fiesta de la alegría, de acoger al Señor en el pesebre y en el corazón”.
- La Navidad la fiesta de la pobreza de Dios que se despojó de sí mismo tomando la naturaleza de esclavo.
«Esto es la verdadera Navidad: la fiesta de la pobreza de Dios que se despojó de sí mismo tomando la naturaleza de esclavo; de Dios que sirve en la mesa; de Dios que se esconde a los intelectuales y sabios y que se revela a los pequeños, sencillos y pobres”.