Construir juntos
En la solemnidad de Pentecostés la Iglesia celebra el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar y subraya el papel del laicado en la misión evangelizadora. El lema de este año nos invita a seguir caminando juntos, a seguir construyendo juntos, a seguir peregrinando en comunión, participación y misión, porque la sinodalidad expresa la naturaleza de la Iglesia. Precisamente el proceso sinodal que estamos viviendo en la Iglesia nos ha de ayudar a crecer en la conciencia de la vocación misionera que recibimos en el Bautismo.
Todos los que formamos parte del Pueblo de Dios estamos llamados al apostolado: los obispos, los presbíteros, los diáconos, los miembros de la vida consagrada y los fieles laicos; a su vez, todos participamos en la misión de la Iglesia con carismas y ministerios diversos y complementarios. Los diferentes estados de vida están relacionados entre sí y ordenados mutuamente. El sacerdocio ministerial representa la presencia sacramental de Cristo Redentor a lo largo de la historia. El diaconado hace presente a Cristo como el servidor de la comunidad. Los miembros de la vida consagrada dan testimonio en el mundo la índole escatológica de la Iglesia y ponen de manifiesto la primacía de Dios y de los valores evangélicos. Los laicos contribuyen a la transformación del mundo desde dentro, como el fermento, mediante el ejercicio de sus propias tareas, manifestando a Cristo con su palabra y testimonio.
Recordemos que después de la Ascensión del Señor a los cielos, los apóstoles «perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y con sus hermanos» (cf. Hch 1,14). Allí se inician con María los primeros pasos de vida de la Iglesia. Su presencia junto a los apóstoles tiene un significado grande, porque con ellos compartirá todo lo que había ido guardando en su corazón. En el cenáculo, implora el don del Espíritu Santo y ayuda a los Apóstoles para que se dispongan a recibirlo, y será Maestra para ellos y para la comunidad que más tarde se irá congregando a su alrededor. María, que estuvo presente desde el principio en el camino de su Hijo, ahora está presente desde el principio en el camino de la Iglesia y de su misión evangelizadora.
En las letanías del Rosario la invocamos como Reina de los Apóstoles. El sentido de esta invocación es ayudarnos a comprender que está presente en nuestra vida cotidiana, y le llamamos Reina siempre en referencia a Cristo, porque fue asociada a su Hijo de un modo singular, y por eso su realeza deriva de ser la Madre del Señor. El apostolado de María es único: ser la Madre de Dios. Ella engendró y dio a Cristo al mundo. Los Apóstoles fueron elegidos para predicar al mundo la divina palabra. María fue escogida para traer a la tierra la Palabra eterna del Padre. Jesucristo es el Apóstol del Padre, es el primer apóstol. María participa de una manera especial de la misión de Cristo, y en consecuencia, es apóstol con él. Su primer apostolado se inició en el instante de la encarnación, ahí comienza el camino de María como apóstol y como Madre y Reina de los apóstoles.
Celebramos Pentecostés, Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. Nosotros somos los apóstoles de Jesucristo en la sociedad del siglo XXI, enviados a través de la Iglesia a ser sus testigos en medio del mundo, más aún, en medio de nuestro pequeño mundo, de nuestro entorno concreto. Si vivimos la experiencia de encuentro con él, nuestra palabra será portadora de fuerza, de alegría, de seguridad, de sinceridad, de esperanza; nuestra palabra estará al servicio de la Palabra y será transparencia de la Palabra. Que sigamos avanzando por este camino, aportando nuestro pequeño grano de arena en la construcción del Reino de Dios, con la protección y amaro de María, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo.
+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla
Fuente original: https://www.archisevilla.org/construir-juntos-carta-pastoral-del-arzobispo-de-sevilla-2/