“¿Sabemos entrar en el mundo que nos abre Jesús en el Sagrario? ¿Nos dejamos tomar de la mano por Él? ¿Le acompañamos, metiéndonos en las escenas del Evangelio para andar con Él en Betania, junto a Marta, María y Lázaro? ¿Para contemplarlo en la luminosidad gloriosa de la Transfiguración acompañando Pedro, Santiago y Juan? Para ello, hay que entrar con un silencio dócil en la morada del Sagrario cuando Jesús nos abre la puerta con su voz queda, con sus palabras apenas susurradas”. Es esta la espiritualidad que propone san Manuel González, conocido como el Apóstol de los Sagrarios Abandonados.
Es esta, por tanto, la misión de las Marías de los Sagrarios y de los Discípulos de San Juan: Entablar un diálogo con Cristo vivo, con una ternura rendida hacia Él, de respuesta también activa ante su sed, su sed de almas.
El 4 de marzo de 1910, ante un grupo de colaboradoras, san Manuel González, derramó el gran anhelo de su corazón. Así nos lo narra: “Permitidme que, yo que invoco muchas veces la solicitud de vuestra caridad en favor de los niños pobres y de todos los pobres abandonados, invoque hoy vuestra atención y vuestra cooperación en favor del más abandonado de todos los pobres: el Santísimo Sacramento. Os pido una limosna de cariño para Jesucristo Sacramentado… os pido por el amor de María Inmaculada y por el amor de ese Corazón tan mal correspondido, que os hagáis las Marías de esos Sagrarios abandonados”.
Así nació la Obra de los Sagrarios-Calvarios para dar respuesta de amor reparador a Cristo en la Eucaristía, a ejemplo de María Inmaculada, el apóstol san Juan y las Marías, fieles en el Calvario. La Unión Eucarística Reparadora, iniciada con las Marías de los Sagrarios y Discípulos de san Juan, se extendió rápidamente en España y el mundo.
El fin esencial de la Obra de las Marías de los Sagrarios y Discípulos de San Juan es acompañar al Señor en la soledad de sus sagrarios, amarle por los que no le aman y reparar por los que le ofenden, rezando muy especialmente por los sacerdotes de las parroquias que tienen encomendadas.
San Manuel escribió que el Señor, “en la Hostia Santa, no está quieto, inerte, solo siendo objeto de nuestra mirada, pero inactivo. Cristo en la custodia actúa”. Ha sido esa justamente la experiencia de la hermana María Lourdes del Pozo, la superiora en Sevilla de las Misioneras Eucarística de Nazaret.
“Desde que conocí los escritos de san Manuel ha sido para mí descubrir cada vez más esa presencia viva de Jesús en la Eucaristía, y como consecuencia de esto entendí en un momento dado que mi vida tenía que ser una entrega total como misionera eucarística, para darlo a conocer a otras personas y así se haga realidad el deseo de Jesús: He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.
Adoración y reparación
José Ramírez, de los Discípulos de San Juan y feligrés de la Parroquia Espíritu Santo, de Mairena del Aljarafe, reconoce que ha sido el trato y cercanía con las Misioneras Eucarísticas de Nazaret y algunos sacerdotes, lo que despertó en él el deseo de estar junto a Jesús en la Eucaristía: “Me hace sentir verdaderamente un gozo en el corazón ser consciente en la oración de que soy importante para Él y que en su inmenso amor está deseando derramar su gracia en todos sus fieles. Mi oración ante el Sagrario es de acción de gracias, adoración, petición y reparación”.
Ramírez ha hecho suyo ese pensamiento de san Manuel, que le sugiere actuar como propone el santo, “orar ante el Sagrario, para interceder por todos aquellos que no creen o lo desprecian y para que seamos capaces de atraer a más hermanos a realizar esta labor”.
San Manuel González se quejaba, piadosa y consecuentemente, de que ese activo y entero Jesús, Dios y Hombre, esté abandonado en multitud de sagrarios. “La palabra reparar la llevo muy dentro”, expresa, a su vez, Remedios López, María de los Sagrarios de la Parroquia Nuestra Señora de las Flores y San Eugenio, de Sevilla. “Desde que conocí la obra y me incorporé a ella ha ido calando profundamente en mí ese anhelo reparador, despertando unos compromisos y grandes deseos de darla a conocer”.
Cristo vive en la Hostia: palpita, sufre, se compadece, escribió también el santo de la Eucaristía. En el caso de la hermana María Lourdes, fue esa estrecha relación y oración ante el Sagrario en la que se dio cuenta que Jesús no es una figura que pasó, un Cristo muerto al que recordamos con devoción. “En mi oración ante el Sagrario trato de ser consciente de que estoy ante Alguien que está vivo, que me escucha, que me mira, que se interesa por mí, que no es ajeno a nuestras preocupaciones, que espera mi confianza total en Él”, expresa.
Clausura del año jubilar
El martes 3 de mayo las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, “con profunda gratitud” clausurarán el tiempo jubilar que se les concedió con ocasión del I Centenario de su fundación. Concretamente, en la Archidiócesis de Sevilla, la ceremonia tendrá lugar ese mismo día en la Parroquia de Ntra. Sra. de la Estrella, en Palomares del Río, y será presidida por el Arzobispo, monseñor José Ángel Saiz, a las ocho de la tarde.
Bajo el lema ‘Nacidas para eucaristizar,’ durante este periodo han tenido lugar diversas celebraciones en los distintos templos y capillas de las comunidades de esta congregación por todo el mundo. Ahora, al acercarse la clausura de la Puerta jubilar, las religiosas invitan una vez más a todos a unirse a la acción de gracias.
Fuente original: https://www.archisevilla.org/cristo-en-el-sagrario-en-la-custodia-en-la-eucaristia/