Cursillos de Cristiandad representa la riqueza de la Iglesia y el vigor de los laicos que quieren mostrar al mundo a Jesucristo, un movimiento de primer anuncio que, con su expansión mundial, ha permitido el encuentro con el Señor de miles de personas sencillas y distintas, de culturas diferentes y acentos distantes pero unidas en el anhelo constante de la humanidad por amar y saberse amado. Este movimiento tiene desde ahora rostro y nombre español, español de Córdoba nacido en Sevilla, el de Álvaro Martínez, que ha sido presidente de Cursillos en España, en Europa y ahora ha sido elegido para ser presidente mundial del movimiento y llevar su coordinación por todo el mundo
¿Es una responsabilidad grande?
Sí, pero también es un privilegio y una gracia. Intentaremos combinar esas dos dimensiones porque las dos son reales.
¿Qué exige a tu vida cristiana el hecho de articular un movimiento mundial como el de cursillo de cristiandad?
Que sea cristiana. No se trata de hacer cosas, si no se trata de hacer cosas desde el Señor y con el Señor. Si en mi vida cristiana no está Cristo en el centro y no estoy firmemente asentado en la palabra, en sus la experiencia de sentirlo cercano a mí, esto será fanfarria. Lo tengo muy claro y en el equipo de trabajo hemos dicho que lo primero es recordar que estamos aquí porque el Señor nos ha llamado para trabajar por Él y para trabajar como Él quiere. Creo que no es sólo la conciencia, sino también la forma de hacer las cosas, de actuar en cristiano, y eso es diferente.
Actuar en cristiano es siempre diferente, se fortalece la fe con otros acentos y en otras culturas ¿Cómo es esa experiencia?
Fabulosa, es un regalo. He tenido el privilegio de tener un cierto recorrido en Cursillos a nivel internacional y la verdad es que es un privilegio compartir con otros hermanos de culturas radicalmente diferentes. Recuerdo el contacto con nuestros hermanos de Corea, ellos no hablaban español yo el coreano lo domino poco y el inglés medio medio, pero percibir que hay algo que te une, percibir que hay ahí una riqueza, una presencia del Espíritu que se hace realidad cuando nos reunimos, a pesar de las diferencias. Es una realidad que a veces somos capaces de percibir y creo que lo he podido hacer, entonces es un regalo el conocer tanta vida en tantas circunstancias diferentes.
¿Qué relación guarda Cursillos de Cristiandad con otras realidades emergentes en nuestro país, como Emaús o Effetá, en el caso de los jóvenes?
Pues somos familia. Formalmente hay las mismas relaciones que con otras realidades a través de las delegaciones de apostolado seglar o en la Conferencia Episcopal. Pero precisamente con ellas tenemos, primero el aire de familia de que estamos en el mismo ámbito de la evangelización y del primer anuncio, y eso ya nos da un rasgo de cercanía. En cierta forma compartimos también una inspiración, ellos son jóvenes y nosotros maduros, pero tenemos unos planteamientos comunes en lo que es la propuesta de primer anuncio basado en la experiencia desde el testimonio de vida, desde la cercanía. Nosotros llevamos un recorrido más largo y ellos, en cierta forma supieron respirar de esa inspiración. Hay muchísima tarea en este campo del primer anuncio y tenemos trabajo para todos. Debemos de ayudarnos mutuamente a llegar a los más posibles, cada uno con su especificidad, pero sintiéndonos familia y trabajando en el mismo campo y en el mismo barco.
Usted reclama unidad, pero dice que la fidelidad ha de ser creativa. ¿El formato de Cursillos sigue siendo un instrumento esencial en el primer anuncio?
Sí, uno más de muchos, el mejor que conozco, ciertamente. Sigue siendo, pero con el reto de siendo fieles a lo esencial, es decir, a la expiración original, a los elementos que configuran lo más valioso de Cursillos, saber adaptarlo para responder a las necesidades del hombre de hoy, que son distintas de las de hace cincuenta años. Hay que saber articular un lenguaje nuevo, una forma nueva de aproximarse, una forma nueva de escuchar, una forma nueva de acompañar, y ese es el reto de la fidelidad creativa. Hay que conservar aquellos elementos que hacen posible que las personas se sigan encontrando con ellos mismos, con el Señor y con los demás, pero tenemos que saber hacerlo llegar. Hay situaciones en las que esto es complejo y requieren más tiempo, requiere más cercanía, más escucha, hay que buscar caminos que permitan responder a esas realidades.
Hay nuevas formas de escuchar ¿En qué medida ha cambiado desde los primeros Cursillos a la actualidad? Cuando un joven de 25, 28 años llega a la Casa de San Pablo, ¿Cómo se le debe hablar? ¿Cómo se debe interpelar en ese momento?
Recientemente estábamos en un encuentro mundial y un obispo estaba haciendo una ponencia, sacó el móvil y nos dijo, ¿esto qué es, una herramienta? Todos dijimos: sí, es un instrumento, y dijo él: no, esto es cultura. La mentalidad de la gente joven ha cambiado, en gran medida, por los recursos tecnológicos que tenemos.
Recuerdo hace años, en los primeros cursillos que se subía con móvil, insistíamos mucho en dejarlo. Hoy día es impensable, hay que saber situarse en las coordenadas de la gente, no solo de la gente joven, sino de la gente que viene, porque en algunos casos vienen con muchas limitaciones humanas, muchas inmadureces, muchas heridas y hay que saber adecuarse a esa realidad. No somos maestros de nadie, no somos los que tenemos que enseñar, tenemos que acompañar y para acompañar te tienes que poner al mismo nivel. Todo eso hay que aprenderlo porque nosotros tenemos una trayectoria que nos ha configurado, mientras que la gente a la que acompañamos no tiene ese esquema, esa trayectoria, esa configuración existencial, y en ocasiones requiere un esfuerzo. En gran medida es sentido común, humildad y sencillez, pero hay que situarse.
El fondo de la persona sigue siendo el mismo hoy que hace 2000 años y sigue teniendo las mismas necesidades. La gente sigue necesitando, por encima de todo, descubrir que Dios la quiere y descubrir que su vida tiene sentido. Para llegar a ese descubrimiento hay que quitar capas, hay que ayudar a descubrir esa necesidad que se tiene, que muchas veces ni se es consciente de ella. El drama de muchas personas hoy en día es que ni siquiera son conscientes de lo que no tienen y, por tanto no lo echan en falta. Tenemos que ayudar a despertar ese deseo, esa necesidad de que hay algo más y de que se puede vivir de una manera amable si se encuentra a Dios.
En Asia, donde hay grandes gigantes tecnológicos, existen también lugares donde hay lista de espera para realizar el Cursillo de Cristiandad. ¿Qué ocurre en estos países para que la búsqueda de Cristo esté tan viva?
No lo sé. Son países en los que la población cristiana es una minoría. Todavía viven en una situación de contracultura y quizás eso les haga tener más viva la llama de la necesidad. La pandemia del COVID ha dañado mucho la actividad de Cursillos porque hubo que suspender prácticamente todo. Ahora estamos recuperando el paso, pero hay sitios en donde se percibe un hambre de Dios que en otros no los hay. En África está ahora introduciéndose Cursillos y hablando con los compañeros, dicen que es una experiencia diferente por la propia religiosidad, por la propia disposición de la gente. En esos países el Cursillo es una experiencia diferente a lo que es aquí, por la forma de vivirlo, por la alegría, por la explosividad.
En Corea, que es un país en el que la cultura es más reservada, sin embargo, hay también una profunda necesidad. Son circunstancias que se van dando, en el fondo en determinadas ocasiones te hace caer en la cuenta de que necesitas algo que la sociedad no te está dando y eso te abre a buscar experiencias como el Cursillo.
¿Con qué vivencia personal o ajena resumiría el significado que tiene cursillos en el encuentro personal con Cristo?
Primero, a nivel personal yo soy lo que soy porque el cursillo me ha permitido en muchas ocasiones experimentar la presencia de Dios en mi vida, y eso es algo que cambia radicalmente la existencia humana. Lo he vivido en mi propio Cursillo y después acompañando a muchas personas en muchos Cursillos. No sólo ver cómo el Señor se acerca a mí y me quiere, sino como lo hace con otros en circunstancias tan diferentes y ver cómo ese encuentro con el Señor sana, libera, ilumina. Es la experiencia más importante que puede tener un ser humano porque es lo que realmente responde al deseo del corazón.
Disponer de un movimiento como Cursillos que hace esto posible una y otra vez con tantas personas, en tantas culturas, en tantas situaciones diferentes, es ciertamente un gozo, un privilegio, un motivo de responsabilidad, un motivo de gratitud. Te permite tener el fundamento de tu vida para todas las realidades, el encuentro con el Señor es lo que te permite vivir contigo mismo, con la familia, en el trabajo, en todas las realidades humanas, que desde Dios son diferentes.
Como profesor universitario está en contacto permanente con jóvenes en unas edades en las que la definición de la personalidad está todavía en ciernes en algunos casos, ¿Qué busca el joven de hoy?
Buscas lo que buscamos todos, la felicidad. Ocurre que el concepto de felicidad no todos lo compartimos de la misma manera y lo buscamos de la misma manera. La gente joven, la gente mayor y todo el mundo lo que buscamos es vivir con plenitud, vivir bien, vivir en paz contigo mismo, disfrutando de la gente que tienes alrededor y con un proyecto en tu vida que tenga sentido. En el fondo, todos buscamos eso pero la gente joven lo busca en lo que la sociedad le ofrece, lo que la gente que tiene alrededor le ofrece, y en muchas ocasiones ese ofrecimiento no corresponde a la necesidad real que tenemos sino que ofrecen sucedáneos, y con los sucedáneos te cansas.
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