Dentro de la Octava de Navidad, fijamos nuestra mirada en Jesús, María y José y adoramos el misterio de un Dios que quiso nacer de una mujer, la Virgen Santísima, y entrar en este mundo por el camino común a todos los hombres. Al hacerlo así santificó la realidad de la familia colmándole de la gracia divina y revelando plenamente su vocación y misión. Celebramos, gozosos, la fiesta de la Sagrada Familia, fiesta también del don inmenso de todas las familias. Damos gracias por este don, pedimos la ayuda de Dios sobre toda familia, al tiempo que reafirmamos el valor, la belleza y la grandeza de la familia. Compartimos gozosamente la alegría grande y verdadera, de este día: día de la Sagrada Familia, día de la Familia. Es un inmenso regalo de Dios, la familia es un maravilloso don divino. Es lo mejor que tenemos. ¿Qué sería de nosotros sin nuestras familias? ¡Gracias a todos, gracias a las familias, gracias a Dios!.
Al contemplar el misterio del Hijo de Dios que vino al mundo rodeado del afecto de María y de José, el Señor nos invita a las familias cristianas a experimentar la presencia del Señor en nuestras vidas; nos alienta a que, inspirándonos en el amor de Cristo por los hombres, demos testimonio ante el mundo de la belleza del amor humano, del matrimonio y de la familia que sobre él se sustenta. «El matrimonio, realidad sobre la que se asienta y fundamenta la familia, es la cosa más bella que Dios ha creado. La Biblia nos dice que Dios ha creado hombre y mujer, los ha creado a su imagen y semejanza. El hombre y la mujer que se hacen una sola carne son imagen de Dios» (Papa Francisco). La familia, fundada en la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, constituye el ámbito privilegiado en el que la vida humana es acogida y protegida hasta su fin natural. Por eso los padres cristianos tienen el derecho inalienable y la obligación insoslayable y fundamental de educar a sus hijos en la fe y en los valores que dignifican la existencia humana.
Esta celebración de la Sagrada Familia queremos que sea una gran fiesta de la fe de las familias cristianas en Dios que es Amor; una gran fiesta de gozo y de humanidad compartida con todos los que, con nosotros, apuestan por la familia, creen en la familia, viven en familia y la defienden. Esta celebración constituye una proclamación para todo el mundo del Evangelio de la familia, santuario del amor y de la vida, escuela de paz, cimiento imprescindible para una nueva civilización del amor, camino de la Iglesia, porque su camino es el hombre. Este día es una ocasión preciosa para afirmar vibrante y gozosamente, con certeza y valentía, la gran verdad de la familia; este día expresamos y manifestamos, sin poder callarlo, la fundada esperanza de que en la familia está el futuro de la humanidad y de cada hombre. Esta reunión de familias cristianas valencianas, esa asamblea de familias cristianas es el canto jubiloso de esperanza que se encuentra en la identidad de la familia y de su base y fundamento, que es el matrimonio entre un hombre y una mujer, abierto a la vida, icono de la alianza nupcial de Dios. Este encuentro de familias para celebrar la Eucaristía, sacramento de la caridad, sacramento del amor, al que Dios invita como a su mesa familiar a todas las familias para hacerlas su familia propia, es el testimonio más cierto de que nuestra sociedad valenciana, de que la Iglesia en Valencia unida a toda la Iglesia, tiene futuro porque apostamos por la familia, pequeña iglesia doméstica, signo y morada del Amor, que es Dios. Vale la pena trabajar por la familia y el matrimonio porque vale la pena trabajar por el ser humano, el ser más precioso creado y querido directamente por Dios.
Hago mías las palabras de Benedicto XVI, en el inolvidable Encuentro Mundial de las familias en Valencia, nos congregamos, dijo, «como una comunidad que agradece y da testimonio con júbilo de que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios para amar y que sólo se realiza plenamente cuando hace entrega sincera de sí a los demás. La familia es el ámbito privilegiado donde la persona aprende a dar y a recibir amor». Por eso, tenemos la plena seguridad de que la promoción, fortalecimiento y defensa de la familia, en su verdad inscrita en la naturaleza y gramática del hombre por el Creador, es la base para una nueva cultura del amor y de la vida. Es el centro de la «nueva civilización del amor». Sabemos que lo que es contrario a esa nueva cultura, a esa nueva civilización de amor, y por tanto contrario a la familia, es contrario a toda la verdad sobre el hombre, está en contra del hombre, constituye una amenaza para él. Estamos convencidos que sólo la defensa y afirmación de la familia abrirá el camino, necesario y urgente, hacia la civilización del amor, hacia la afirmación del hombre y su dignidad, hacia la cultura de la vida superando la tenebrosa cultura de la muerte que con tanto poderío nos amenaza, que es la negación del amor y la afirmación de todo egoísmo fratricida y del poder y del dominio destructor.
Me dirijo a vosotros niños para que queráis a vuestros padres y hermanos, y recéis por ellos; me dirijo a vosotros jóvenes para que, estimulados siempre por el amor de vuestros padres, sigáis vuestra vocación matrimonial, sacerdotal o religiosa. Me dirijo a vosotros ancianos y enfermos para que encontréis la ayuda y comprensión necesaria. Me dirijo a vosotros, padres, para que Dios os conceda ser y crecer cada día más fuertes en vuestro amor, y que este amor, como hemos escuchado a San Pablo, sea el vínculo de vuestra unidad consumada, para que seáis los verdaderos educadores de vuestros hijos, para que les transmitáis vuestra fe y para que os dé la sabiduría y acierto en vuestra tarea no fácil de padres y esposos fieles. Contad, queridos padres y esposos, con la gracia de Dios, para que vuestro amor sea cada vez más fecundo y fiel; y para ello permaneced firmes y perseverantes en la oración, en la escucha de la Palabra de Dios y en la participación de los sacramentos, de la Penitencia y de la Eucaristía, sacramento del amor y del perdón que renueva, purifica y sana las heridas.
La familia, por el bien de todos y por el futuro de la sociedad, ha de ser objeto de atención y de apoyo decidido por parte de cuantos intervienen en la vida pública. No ayudar debidamente a la familia constituye una actitud irresponsable y suicida que conduce a la humanidad por derroteros de crisis, deterioro, destrucción y corrupción de graves e incalculables consecuencias. Algunas posiciones están jugando con fuego, y ya nos estamos quemando. La Iglesia, por amor y servicio al hombre al que se debe, a través de los Papas, de los Obispos, proclama y defiende a tiempo y destiempo el Evangelio de la familia, y denuncian en ocasiones, algunas de esas posiciones que tienen que ver con muchos aspectos: con la verdad del hombre y de la mujer, con lo que es el amor y el matrimonio, con lo que es la verdad y la grandeza de la sexualidad, con lo es la vida y las fuentes de la vida, con lo que es la dignidad de la persona humana, con lo que son las exigencias de justicia social, y con tantas y tantas cosas que señala en su magisterio.
Educadores, escritores, políticos y legisladores, no pueden dejar de tener en cuenta que gran parte de los problemas sociales y aún personales de hoy tiene, sus raíces en los fracasos o carencias de la vida familiar. Luchar contra la delincuencia juvenil, contra la droga o la violencia, o contra la prostitución de la mujer y favorecer al mismo tiempo el descrédito o el deterioro de la institución familiar, basada en el matrimonio único e indisoluble entre un hombre y una mujer, o trivializar y desfigurar la verdad y grandeza de la sexualidad, y la unión esponsal del hombre y de la mujer, es cuando menos una ligereza y en todo caso una contradicción y una desfiguración de lo verdadero. Son muchas, tal vez demasiadas, las ligerezas y contradicciones que en este sentido se han producido en nuestra sociedad durante bastante tiempo y parece que existe el empeño por parte de algunos en seguir incurriendo en ellas, agravándolas, con la difusión de modelos, concepciones o formas de vida que se difunden y aun con nuevas legislaciones que atentan a la entraña de la familia.
Es particularmente necesario un renovado empeño por parte de la Iglesia y de las familias cristianas para promover una verdadera «política familiar» que la defienda y una genuina educación en todo lo que contribuya a fortalecer la familia. Se requiere urgentemente aunar esfuerzos y conjuntar e impulsar múltiples iniciativas aportando ideas, propuestas, instrumentos operativos al servicio de la promoción de la verdad y el bien de la familia y de la vida. En estos momentos es muy importante favorecer, sin imposición .de ningún tipo, la difusión de la doctrina de la Iglesia sobre la familia de manera renovada y la responsabilidad social y política de las familias cristianas, promover y unirse asociaciones o fortalecer las existentes para el bien de la familia, para la defensa de la familia y de la vida. Es preciso defender y promover los derechos de la familia. Es preciso defender el derecho a la vida. Es necesario difundir la enseñanza de la verdad y grandeza de la sexualidad humana
… Son necesarias muchas cosas, y a ellas apunta el Papa Francisco, en continuidad y concordancia totales con los anteriores Papas, en sus enseñanzas que no podemos silenciar, por ejemplo a propósito de la ideología de género, que ve como un desafío a la familia, cuando dice en su Exhortación sobre la familia, «que esta ideología niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta ideología presenta una sociedad sin diferencia de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promuevan una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre un hombre y una mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista que también cambia con el tiempo. Es inquietante que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños. No hay que ignorar que el sexo biológico y el papel sociocultural del sexo (género) se pueden distinguir pro no separar» (Papa Francisco). De esta misma ideología destructiva de la familia, en el pensamiento del Papa Francisco, afirmó que se pretende imponer como una verdadera colonización ideológica de las conciencias; y decir colonización es apuntar a épocas pasadas en que las «colonizaciones» expoliadoras, verdaderas esclavitudes, aún seguían vigentes.
Cito textualmente al Papa dirigiéndose a finales de julio de este año a los Obispos de Polonia: En Europa, América, América latina, África, en algunos países de Asia hay verdaderas colonizaciones ideológicas. y una de éstas -lo digo claramente con nombre y apellido- ¡es la ideología de género!. Hoy a los niños – a los niños!- en la escuela se les enseña esto: que el sexo cada uno lo puede elegir. Son las colonizaciones ideológicas, sostenidas también por países muy influyentes. Esto es terrible». Y en el vuelo de regreso de Azerbaiyán a Roma señaló que «las personas se deben acompañar como las acompaña Jesús. Cuando una persona que tiene esta condición llega hasta Jesús, Jesús no le dirá seguramente ´vete porque eres homosexual`. No. Lo que yo he dicho es esa maldad que hoy se hace en el adoctrinamiento de la ideología de género» (Papa Francisco). Consecuentemente adoctrinar a los niños en ideología de género es una maldad.
Las cosas son así también en nuestra Comunidad Valenciana que, como otras ocho comunidades autonómicas españolas, pretende imponer, a modo colonizador de las conciencias y aún por la fuerza, esta ideología mediante una legislación inicua que se encuentra en estos momentos en las Cortes Valencianas para su tramitación y su aprobación si no lo remedian los que deberían remediarlo en el ejercicio del deber que tienen para con el bien común y de la persona los cuales bienes pasan necesariamente por el bien de la familia, camino del hombre. Estoy convencido, y seguro, que, sin duda alguna, no quieren colaborar a la destrucción de la familia ni dañar el bien del hombre,- ¡bastaría más!- pero, desgraciadamente, la meta a la que se llega por este camino emprendido no es otra que ésta. Es preciso informarse, no cruzarse de brazos, actuar. Es un deber y una responsabilidad para con las familias y para con el hombre. Por eso os lo comunico a los fieles cristianos, porque tengo el deber y la responsabilidad, como Obispo y como Pastor que se debe a su pueblo y a la verdad recibida, y apelo a la libertad religiosa en virtud de la cual actúo, a la objeción y libertad de conciencia, y a la libertad de expresión que nadie me puede negar ni cercenar. No actúo reactivamente en contra de nadie ni de ninguna legítima Institución o rechazando a nadie, actúo únicamente a favor y defensa del hombre y de la familia amenazada y por coherencia con la fe que me anima en la Iglesia. Por eso, en defensa del hombre y de la familia, también de la democracia que nos dimos en España con sus derechos y libertades que tutela, la cual no es posible sin la verdad del hombre y de la familia, y, precisamente, en nombre de los hombres y de la familia, y en nombre de Dios garante del hombre y de la familia, pido, con mano tendida y apertura, a quien corresponda que repiensen las cosas y no vayan contra el hombre ni contra la familia. Todavía estamos a tiempo. Los considero auténticos demócratas, y no me gustaría que se convirtiesen en dictadores o tiranos. Mi esperanza y así lo imploro es que se repiensen con responsabilidad, sosiego y prudencia de gobierno las cosas.
La Iglesia tiene una especial responsabilidad en la gran urgencia de nuestro tiempo que es «salvar y fortalecer a la familia», para el bien y futuro del hombre y de la sociedad, potenciarla y alentarla, conforme a la verdad que la constituye, que es la inscrita por su Creador en su más profunda entraña. Hemos de constatar que hoy, en España, la familia padece graves males; no hay que ocultarlos si queremos curarlos; la Iglesia, con su magisterio trata de afrontar estos problemas sin complejos y con libertad, con misericordia y entrañas de madre, así como sus causas y buscar soluciones. Desde aquí pido a padres, asociaciones que tienen que ver con la familia, a políticos, a comunicadores y periodistas, a educadores, y a quienes me quieran escuchar, que nos adentremos en la lectura fiel del magisterio de la Iglesia, sobre el hombre y la familia, y que con lucidez, libertad, respeto y decisión lo apliquemos en su extensión y hondura. No es una cuestión de fe confesional lo que defendemos, es una cuestión de recta razón, de común razón humana, en la que todos nos sentimos concernidos y a la que todos estamos obligados. No olvidemos, por favor, lo que el Papa Francisco afirmó de manera categórica en Georgia: «hoy existe una guerra mundial para destruir el matrimonio –: no se destruye con las armas, se destruye con las ideas, existen colonizaciones ideológicas que destruyen», y destruyen la familia, el hombre. No les hagamos el juego a estas colonizaciones ni favorezcamos esas colonizaciones en Valencia. Defendamos la familia. Nos jugamos el futuro. Nuestras armas son la verdad y belleza de la familia, el amor y la fidelidad en la familia, la oración, la fe, el testimonio, la formación y la clarificación de ideas ¡.No tengáis ningún miedo, venceremos!. El Señor está con la familia, se ha hecho hombre y está en medio de los hombres apostándolo todo por ellos, naciendo, creciendo y viviendo en el interior de la familia.
Nos dirigimos a la virgen Maria, san José su esposo, y a Jesús pidiendo por el bien de la familia y de todas las familias del mundo.
Fuente original: http://www.archivalencia.org/contenido.php?a=6&pad=6&modulo=37&id=14858&pagina=1