Lecturas del domingo 2 julio
Primera lectura
2 Reyes 4, 8-11. 14-16a
Es un hombre santo de Dios; se retirará aquí.
Pasó Eliseo un día por Sunén. Vivía allí una mujer principal que le insistió en que se quedase a comer; y, desde entonces, se detenía allí a comer cada vez que pasaba. Ella dijo a su marido: Estoy segura de que es un hombre santo de Dios el que viene siempre a vernos. Construyamos en la terraza una pequeña habitación y pongámosle arriba una cama, una mesa, una silla y una lámpara, para que cuando venga pueda retirarse». Llegó el día en que Eliseo se acercó por allí y se retiró a la habitación de arriba, donde se acostó.
Tras irse se preguntó Eliseo: «¿Qué podemos hacer entonces por ella?». Respondió Guejazí: «Por desgracia no tiene hijos y su marido es ya anciano». Eliseo ordenó que la llamase. La llamó y ella se detuvo a la entrada. Eliseo le dijo: «El año próximo, por esta época, tú estarás abrazando un hijo».
Salmo
Sal 88
R: Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
- Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad».
- Dichoso el pueblo que sabe aclamarte: camina, oh Señor, a la luz de tu rostro; tu nombre es su gozo cada día, tu justicia es su orgullo.
- Porque tú eres su honor y su fuerza, y con tu favor realzas nuestro poder. Porque el Señor es nuestro escudo, y el Santo de Israel nuestro rey.
Segunda lectura
Rom 6, 3-4. 8-11
Sepultados con él por el bautismo, andemos en una vida nueva.
Hermanos: Cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; 9pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque quien ha muerto, ha muerto al pecado de una vez para siempre; y quien vive, vive para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
Evangelio según san Mateo 10, 37-42
El que no carga con la cruz no es digno de mí. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa».
Comentario bíblico de Álvaro Pereira
La enseñanza que conecta la primera lectura y el evangelio de este domingo es muy consoladora: cualquier gesto de generosidad realizado en favor del que viene en nombre de Dios —Eliseo en la primera lectura, un simple discípulo en el evangelio— no quedará sin recompensa. A Dios nadie le gana en generosidad. Repasemos los textos a partir de esta clave de lectura.
En la primera lectura, del segundo libro de los Reyes, se elogia la hospitalidad de una mujer que no solo daba de comer al hombre de Dios, Eliseo, sino que incluso llegó a convencer a su marido para que le preparara un alojamiento permanente. El profeta intercede por ella, gracias a la intermediación de su criado Guejazí, y le concede un hijo, pues la mujer era estéril. Obsérvese que no hay una actitud interesada ni por parte de la mujer —tratemos bien al hombre de Dios para que nos beneficie— ni por parte de Eliseo —intercederé por ella para que me hospede—. Los dos actúan con gratuidad y los dos salen beneficiados de la generosidad respectiva. Por otro lado, no se debería obviar el sentido religioso del pasaje: Dios concede algo imposible, un hijo, a la que hizo lo que era para ella posible, ser hospitalaria con el profeta.
En el evangelio, la bella promesa de Jesús de que ni siquiera un vaso de agua quedará sin recompensa finaliza un pasaje muy exigente. El que quiera seguir a Jesús debe ordenar sus afectos de manera que su amor primero sea siempre al Maestro, incluso por encima del amor a los padres o a los hijos. Más aún, el discípulo debe estar dispuesto a jugarse la propia vida, esto es, debe aceptar que lo persigan por seguir a Jesús, arrostrar las dificultades que deriven de esta relación fundante e incluso estar dispuesto a cargar con el suplicio de la cruz. Ahora bien, la libertad en las relaciones familiares y la disponibilidad de la propia vida recibirán una gran recompensa, la misma prometida a un profeta o a un justo. De nuevo, a Dios nadie le gana en generosidad.
Para profundizar
- Lee el bello relato de la mujer de Sunen que recibe a un extranjero en su casa y pregúntate, ¿eres hospitalario con el que viene de fuera o lo miras con recelo?
- San Pablo en la segunda lectura habla del bautismo y la configuración con Cristo en su Muerte y Resurrección. Ciertamente el bautismo nos une con Cristo para siempre. ¿Celebras el aniversario de tu bautismo? Si ni siquiera sabes la fecha, intenta al menos averiguarla para dar gracias a Dios cada año.
- ¿Amas a Jesús como él nos demanda en el evangelio? Pregúntatelo en un momento pausado de oración.
Fuente original: https://www.archisevilla.org/lecturas-del-xiii-domingo-del-tiempo-ordinario-a/