Los católicos – de la Iglesia latina y, en su mayor parte, también de las Iglesias orientales – hemos celebrado la solemnidad de la resurrección del Señor, que se prolongará hasta Pentecostés, el pasado domingo 9 de abril (según el calendario – o modo de medir el tiempo – actualmente vigente en casi todo el mundo, y que se llama gregoriano, por el nombre de quien lo promulgó, el Papa Gregorio XIII [1502-1585]. Los cristianos ortodoxos, y algunos grupos de católicos orientales, que, al menos para el año litúrgico, se siguen rigiendo por el calendario anterior al gregoriano, el llamado juliano – fue introducido por Julio César [100-44 a.C.] – la han celebrado, este año, una semana después, el 16 de abril. El misterio de la Pascua, que constituye el cimiento y la piedra clave de todo el edificio de la fe y de la liturgia cristianas, tiene una relevancia muy especial en las Iglesias orientales (tanto católicas como ortodoxas) – incluso a nivel de religiosidad popular y de cultura social – que lo celebran con fervor y alegría desbordante mediante sus exuberantes y ricas liturgias. Por eso, el artículo de hoy lo vamos a dedicar a ilustrar esta peculiaridad con algunos elementos propios de una de las tradiciones – la más extendida – orientales: la bizantina.
El primero de ellos – cuya versión en griego hemos adoptado como título de este artículo y que hemos transliterado con el alfabeto latino – es la fórmula con la que los cristianos de rito bizantino se felicitan la Pascua de Resurrección. No dicen, normalmente, el equivalente a nuestra “feliz Pascua”, sino que el que toma la iniciativa de felicitar dice “¡Cristo ha resucitado!”, a lo que su interlocutor responde “¡Verdaderamente ha resucitado!”. Se trata, por tanto, de algo más que la expresión de un deseo o una felicitación; es toda una confesión de fe en el misterio nuclear de la salvación.
El segundo elemento es una especie de himno breve, llamado tropario, que, como si de un leitmotiv se tratara, se canta repetidamente, a modo de técnica pedagógica para interiorizar su contenido – la repetición y la reiteración de fórmulas es característica de las tradiciones cristianas orientales – en las distintas celebraciones litúrgicas a lo largo de todo el período pascual. Su traducción en español sería: Cristo ha resucitado de entre los muertos, destruyendo la muerte con su muerte y dando la vida a los que yacían en los sepulcros. Es también una confesión de fe en la resurrección del Señor y en sus efectos salvíficos. Pero la belleza y el misticismo de este tropario no se puede percibir si no es oyéndolo cantar; por eso proporciono un par de enlaces a algunas de las muchísimas grabaciones existentes en la red
Para terminar, ofrecemos un extracto de la Oda I del Canon de Pascua, cuyo autor es san Juan Damasceno, que se canta en el Oficio de la aurora del Domingo de Resurrección:
Éste es el día de la resurrección. Resplandezcamos, oh pueblos. Es la Pascua del Señor. La Pascua. Cristo, nuestro Dios, ha hecho que pasemos de la muerte a la vida, de la tierra al cielo cantando un himno de victoria.
Purifiquemos los sentidos y veremos, a la luz inaccesible de la resurrección, a Cristo fulgurante que dice: Alegraos. Lo podemos escuchar claramente al cantar el himno de la victoria.
Alégrese el cielo, goce la tierra, de júbilo rebose el universo entero, el visible y el invisible: Cristo ha resucitado. El gozo es eterno. Alégrense los cielos, con toda razón; salte, la tierra, de alegría; esté de fiesta el universo entero…
Resucitando del sepulcro, como había anunciado, Jesús nos ha dado la vida eterna y la gran misericordia.
Fuente original: https://www.archisevilla.org/orientale-lumen-christos-anesti-alithos-a/