Con este artículo comienza su andadura una nueva sección, Orientale lumen, dedicada a las Iglesias católicas orientales, una realidad constitutiva de la Iglesia católica de venerable antigüedad, gran riqueza por lo que se refiere a las diversas expresiones de la vida cristiana – en muchos casos también de heroica fidelidad y perseverancia en contextos socio-políticos hostiles – y, sin embargo, desconocida por gran parte de la Iglesia latina. El propósito es dar a conocer estas Iglesias y hacerlas apreciar para que nuestra Iglesia pueda, también en cada uno de nosotros, y de acuerdo con una imagen muy usada por Juan Pablo II, “respirar con los dos pulmones, el de Occidente y el de Oriente”.
Orientale lumen (la luz del Oriente) es el nombre de la Carta apostólica publicada por el papa Juan Pablo II en 1995 con ocasión del centenario de otra escrita por León XIII, Orientalium dignitas (la dignidad de las Iglesias orientales).
Las Iglesias orientales constituyen una realidad de la Iglesia católica desconocida por la gran mayoría de fieles de Occidente allí donde la Iglesia latina es la única, o casi, realidad existente, como ha sido el caso de España hasta hace unas décadas. El fenómeno migratorio, acentuado en los últimos años, ha favorecido que esa situación haya cambiado un poco. Así, mientras que la presencia de fieles de algunas de estas Iglesias en el territorio nacional era antes muy minoritaria y dispersa, no teniendo otra opción que vivir y celebrar su fe según la tradición latina, ahora, en el caso de algunas Iglesias y en algunos lugares, hay constituidas parroquias atendidas por presbíteros de la propia Iglesia y, por consiguiente, del propio rito litúrgico (distinto del rito romano, que es el actualmente vigente en la Iglesia latina y según el cual nosotros celebramos la liturgia).
Una de esas realidades presentes en la Iglesia de Sevilla ha sido ampliamente dada a conocer por los medios de comunicación con ocasión, desgraciadamente, de la agresión militar de Rusia contra Ucrania; me refiero a la comunidad greco-católica ucraniana, a la que, por cierto, muchos, entre ellos también informadores, identificaban como “ortodoxa”.
Esta suma de circunstancias, unido a mi particular aprecio y afecto por el Oriente cristiano, es lo que me sugirió la pertinencia de dedicar una serie de artículos para dar a conocer, de forma muy sumaria, las Iglesias católicas orientales, contribuir a valorar su antigua y venerable riqueza y suscitar el afecto fraterno hacia las mismas.
A eso, precisamente, es a lo que insta, entre otros documentos eclesiales, la citada Carta Orientale lumen: “Dado que creemos que la venerable y antigua tradición de las Iglesias Orientales forma parte integrante del patrimonio de la Iglesia de Cristo, la primera necesidad que tienen los católicos consiste en conocerla para poderse alimentar de ella […] Es necesario que también los hijos de la Iglesia católica de tradición latina puedan conocer con plenitud ese tesoro y sentir así […] el anhelo de que se restituya a la Iglesia y al mundo la plena manifestación de la catolicidad de la Iglesia, expresada no por una sola tradición, ni mucho menos por una comunidad contra la otra; y el anhelo de que también todos nosotros podamos gozar plenamente de ese patrimonio indiviso, y revelado por Dios, de la Iglesia universal que se conserva y crece tanto en la vida de las Iglesias de Oriente como en las de Occidente”.
Miguel Ángel Sánchez, pbto.
Lcdo. en Ciencias Eclesiásticas Orientales
Profesor de la Facultad de Teología San Isidoro de Sevilla
Fuente original: https://www.archisevilla.org/orientale-lumen-i-acercamineto-a-las-iglesia-catolicas-orientales/