¿Somos conscientes de la implicación de la Iglesia en nuestras rutinas, en el día a día de millones de personas? ¿Queda alguien que no sepa a estas alturas el bien que se hace desde las parroquias a tantísima gente necesitada de lo más elemental? ¿Sigue siendo necesario insistir en el papel que representan los párrocos en el cuidado no ya de su feligresía sino de todo el entramado humano que se congrega en su ámbito vecinal? Con independencia de cuáles sean las respuestas, nunca está de más recordar la aportación de la Iglesia a la sociedad. Son incontables los testimonios de personas que dan fe de hasta qué punto los sacerdotes entregan sus vidas al servicio de la sociedad. Sensibles a las necesidades de su entorno, y lejos de circunscribir su ministerio a las personas que profesan su mismo credo, los sacerdotes siguen dando gratis lo que gratis han recibido, y se convierten en lo que Rafael Muñoz, párroco de San José y Santa María, califica como “verdaderos animadores de fraternidad y solidaridad”.
Desde hace dos semanas, los contribuyentes podemos formalizar la declaración de la renta vía internet. De forma paralela, la Iglesia en España ha puesto en marcha un año más su campaña ‘X tantos’ para concienciar de la conveniencia de completar la casilla prevista para la contribución con la Iglesia. O lo que es lo mismo, con las necesidades de la propia sociedad. Porque allí donde hay una persona necesitada, allí donde el hombre sufre, donde imperan las carencias, la soledad y el sufrimiento, está la Iglesia. Donde las administraciones no llegan, donde se constata ese vacío asistencial, encontramos una parroquia, una hermandad, una asociación o comunidad dispuesta a tender la mano, haciendo realidad el mandato del papa Francisco de procurar “hospitales de campaña”. Y en esa coyuntura, sin horario ni tener en cuenta la naturaleza, condición o creencia del que acude a sus puertas, encontramos a un sacerdote.
Identidad y cohesión social a un barrio o pueblo
El ecónomo diocesano, Alberto Benito, destaca de las parroquias su condición de “espacios celebrativos donde se reúne la comunidad cristiana, pero también lugares de vida, ayuda, encuentro y acogida que dan identidad a un pueblo o un barrio”. En suma, donde hay una iglesia “la vida palpita de forma muy intensa, y surgen cosas que antes no existían”. Es lo que Marcelino Manzano, delegado diocesano de Hermandades y Cofradías, califica como “trilogía parroquia, hermandad, barrio”. Y subrayan que son interminables los ejemplos de cómo los curas son al final “elementos humanos y divinos, los actores y garantes de esa unión”, de forma que su trabajo diario da identidad y cohesión social a un barrio o un pueblo. A bote pronto, Manzano piensa en los párrocos del Cerro o de Santa Genoveva, y en demarcaciones del resto de la provincia entre las que cita las parroquias de Lora del Río, Estepa, Carmona, Alcalá del Río o Cantillana, “donde el sacerdote también es símbolo de unidad y comunión”.
Dan gratis lo que gratis han recibido, y administran sus recursos con una rentabilidad poco común en ámbitos empresariales. No hay más que compartir una jornada normal con los equipos de Cáritas parroquial, o acompañar al párroco y los voluntarios de las distintas áreas de la pastoral parroquial para comprobar el rendimiento que la Iglesia saca a los recursos que la sociedad pone en sus manos. Según diversos estudios de universidades y consultorías internacionales, el efecto de cada euro que se recibe en la Iglesia de la asignación tributaria se multiplica entre quince y veinte veces. Es un dato que, llevado al entorno diocesano de Sevilla, se constata visitando las Cáritas que hay en cada una de las casi 300 parroquias, donde encontramos un equipo que tiene muy clara su identidad y que está siempre dispuesto a acompañar a los más pobres. Como subraya el ecónomo diocesano, “en la Archidiócesis contamos, sin salir de las parroquias, con al menos 300 lugares de acogida con un párroco y un grupo humano atentos a estas necesidades”.
“Además de escuchar orientamos”
Ramón Valdivia, que el próximo 27 de mayo será ordenado junto a Teodoro León como obispo auxiliar de Sevilla, va más allá de la esfera social, y contabiliza hasta tres elementos identitarios de la colaboración de la Iglesia con la sociedad. El primero de ellos es la dimensión de la escucha, algo de vital importancia en una sociedad que sobrevive a sucesivas crisis con una evidente consecuencia en la estabilidad de la gente.
“La segunda perspectiva es que además de escuchar orientamos, ofreciendo un camino hacia la verdad frente al mundo relativista. Esto -añade- yo creo que no está pagado”. Y cierra su reflexión destacando que fundamentalmente por lo que está la Iglesia es “porque ofrece la salvación”.
Fomento de la economía local
Tampoco se incurre en error si se afirma que la Iglesia llega a ser, hasta donde alcanza su actividad, un motor de desarrollo del tejido empresarial más cercano. Alberto Benito confirma que la Archidiócesis hispalense dirige cada año más de un cuarto de su presupuesto a la restauración y mantenimiento de un ingente patrimonio histórico-artístico. Esta labor comporta una inversión económica que excede lo que recibe por la asignación tributaria (que se concretó en 2021 con un aumento respecto a lo ingresado en el ejercicio anterior), y que, en la medida de las posibilidades, se encarga a empresas o artesanos afincados en el territorio diocesano para fomentar la economía local.
Ignacio Jiménez es el párroco de Santa María de las Flores y San Eugenio Papa, en la barriada de Pío XII, donde se mantienen diversas iniciativas de asistencia a los vecinos del barrio, desde guarderías a residencias de mayores. En compañía de un nutrido grupo de colaboradores, es testigo de excepción de los avatares que condicionan la vida de cada vez más gente. Sostiene que puede haber algo de desconocimiento detrás de la clericalización que se suele hacer de la casilla a favor de la Iglesia en la declaración de la renta. “No nos damos cuenta de que al final todo revierte en la sociedad”, y enumera los ejemplos de muchos sacerdotes que “hacen posible que la gente encuentre una mejor calidad de vida”. Antero Pascual, vicario episcopal para el Clero, afirma que marcando la equis en la famosa casilla “ayudamos a que la Iglesia tenga herramientas con las que llevar el Evangelio y ayudar a tantos hombres y mujeres, últimos y olvidados. Protagonistas de esto -reitera- son los sacerdotes, que hacen posible y viable que muchas personas puedan encontrar un futuro y salir de la situación en la que se encuentran”.
La parroquia como lugar de “dignificación de la persona”
Su antecesor al frente de la Delegación para el Clero es el sacerdote filipense Rafael Muñoz, que da fe de hasta qué punto sus hermanos en el presbiterado “dan todo lo que tienen al servicio de las necesidades de las personas”. Así, las parroquias “abren sus locales para animar la donación de sangre, se realizan talleres donde se rompe el tedio de la soledad y se posibilita el encuentro, y donde las personas encuentran actividades y recursos para promocionarse humana y culturalmente. Así -subraya- se sigue dignificando a las personas. Pascual apunta que el sacerdote es, en medio de una parroquia, “un factor importante de unidad y concienciación, para que entre todos hagamos un mundo más humano y justo”.
Dignificar las vidas de los vecinos
Otro sacerdote que desarrolla su ministerio en una zona especialmente necesitada de la Archidiócesis es Francisco Ortiz. Junto a Manuel Sánchez, dirige a un amplio equipo de voluntarios (más de sesenta personas) en Tres Barrios, una zona periférica de la capital que saltó al primer plano de la actualidad con ocasión de la Santa Misión llevada a cabo por la Hermandad del Gran Poder. Él constata en su día a día lo que sucede en tantas parroquias: “Asuntos Sociales nos deriva casos constantemente porque no dan abasto, y el voluntariado de Cáritas atiende a más de seiscientas familias todos los meses”. Su parroquia organiza talleres de promoción social, cursos para camareros, sociosanitarios, de alfabetización, clases de apoyo escolar, etc, “una labor social con la que suplimos lo que debería hacer el Ayuntamiento y por desgracia no alcanza, no llega”.
Los locales parroquiales están a disposición de las necesidades del barrio, y Ortiz no se olvida de algunas de las actividades que suelen acoger, más allá de lo propiamente parroquial: la asociación de vecinos tiene su sede en la parroquia, y varias asociaciones con implantación en el barrio también tienen su base de operaciones en el complejo parroquial. “La labor sociocaritativa que se hace desde las dos parroquias sobrepasa nuestra tarea propiamente de evangelización, porque creemos que evangelizar es también dignificar las vidas de los que allí viven”, concluye.
Ignacio Jiménez abunda en ello, y pone rostros y nombres. Los de sacerdotes, hermanos suyos, que “llevan hasta las cumbres más altas de la perfección el trato diario, sobre todo en una sociedad como la nuestra, en la que hay tanto caído en medio del camino que necesita un buen samaritano que lo recoja en el momento que está pasando por una adversidad personal, social, familiar”.
Los sacerdotes son “signos claros del amor incondicional que Dios nos tiene”
Una de las realidades eclesiales con una presencia creciente en las parroquias es Manos Unidas, y su delegada diocesana es María Albendea. Afirma que “las vocaciones y vidas de los sacerdotes son muy necesarias para la Iglesia, como administradores de sacramentos, especialmente el de la Eucaristía, pero además son personas que nos acompañan a todos en la fe, nos animan en todo momento y son signos claros del amor incondicional que Dios nos tiene”. Ella es testigo directo de la entrega de unas vidas “al servicio de todos los demás, con una dedicación muy especial por los pobres, los descartados, los más vulnerables, a los que acompañan y ayudan no solamente, y de manera anónima, en lo material, sino también con las heridas del corazón”.
Son innumerables los perfiles que ilustran la vida de los sacerdotes. Testimonios variopintos de una entrega que no conoce límites, y respaldo tanto material como espiritual de no pocos de sus vecinos. Cuando se habla de una Iglesia al servicio de la sociedad pensemos en primer lugar en estos hombres que hacen posible que las parroquias sigan siendo esa casa de puertas abiertas donde se ofrece la Buena Noticia del Evangelio, el ideal de vida de Jesucristo y, en consonancia, la mano permanentemente tendida al que más lo necesita. Ellos hacen Iglesia, y son muchas veces su mejor exponente.
Fuente original: https://www.archisevilla.org/sacerdotes-lo-que-habeis-recibido-gratis-dadlo-gratis/