Del siglo VI. Miembro de una importante familia romana (actual zona de Hungría). Fue apodado el “apóstol de los suevos”. Muy peregrinó hasta Palestina para vivir la fe y tocar la tierra de Cristo; allí se dedica a la oración, mortificación, y el estudio del griego que le contacta con los Santos Padres de la Iglesia.
Más tarde el presbítero húngaro funda en Dumio un monasterio para la alabanza divina, la oración, el recogimiento, la difusión de la fe y la atención del pueblo ¡Bien conocida tiene la necesidad de la oración para extender el Evangelio! Quizás conoció el estilo de Arlés y posiblemente tuvo referencias de la regla de san Benito, pero aquí los monjes se gobiernan al ritmo que marca el abad -y ya obispo- Martín de Dumio.
Regula la vida del clero formándoles según los cánones y los acuerdos de los concilios españoles y africanos; atiende al campesinado donde abundan las supersticiones paganas, célticas y germánicas. Encarga a su monje Pascasio la traducción de ‘Las palabras de los ancianos’ y él mismo traduce ‘Las sentencias de los Padres egipcios’; escribe para los suyos otras obras como -Formula vitae honestae y De correctione rusticorum- o tratados cortos y monográficos que rezuman sabiduría humana al estilo de Séneca y espíritu cristiano.
Contribuyó a la conversión de los suevos al catolicismo. En el concilio de Braga del 561 -como un precursor de san Ildefonso en el III de Toledo- se ha logrado la conversión del rey y del pueblo, se establece la unidad y se tiene el gozo de escuchar la fórmula del bautismo ‘en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo’.
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