En pleno mes de julio, inmersos en los calores del verano, llega la fiesta de la Virgen del Carmen, precedida de su novena y acompañada de su correspondiente procesión. Es como una brisa suave en medio de la canícula.

Precisamente en el Monte Carmelo, junto a la ciudad de Haifa-Israel, el profeta Elías, padre de todos los contemplativos, tenía su cueva desde la que pidió agua para los campos de Israel, y llovió abundantemente (1Re 18,41-46). Después de asomarse siete veces, una nubecilla blanca fue el presagio de aquella bendición del cielo. En esa nube ha interpretado la tradición posterior como un signo de María, la que precede a la lluvia abundante de gracia, que nos viene de Cristo. Esa es María Santísima del Monte Carmelo.

También hoy vivimos una fuerte sequía y necesitamos agua, y la necesitamos con cierta urgencia. En el contexto laico o incluso ateo, en el que vivimos, parece fuera de sitio pedir el agua a Dios. Sin embargo, para los creyentes Dios sigue siendo el mismo, es el Padre que nos concede el pan de cada día, el que nos da la lluvia en el momento oportuno. La fiesta de la Virgen del Carmen es momento propicio para invocar la lluvia abundante que riegue nuestros campos, nuestras cosechas y llene las reservas necesarias para el consumo humano. María santísima del Carmen es una señal propicia de esa agua que necesitamos.

Cuando le pedimos a Dios una gracia, que bien sabe él que necesitamos, normalmente no nos la concede a la primera. No porque Dios sea tacaño. Dios es siempre más generoso que nosotros y quiere siempre nuestro bien. Si él tarda en concederlo es porque quiere que nos volvamos a él, que nos convirtamos a él y reconozcamos que tales dones nos vienen de él. También el don de la lluvia, que tanto necesitamos. No nos cansemos de pedirla, como pedimos continuamente en el Padrenuestro el pan de cada día. Y puesto que se trata de una necesidad vital, perseveremos en la petición y Dios nos concederá lo que pedimos.

Acudir a la intercesión de la Virgen es lo propio. También ella sabe lo que necesitamos. Ella estuvo pendiente en las bodas de Caná para que hubiera un vino mejor, cuando los novios se vieron en el apuro de que se les acabó el vino que tenían. Incluso antes de que nadie lo pidiera, ella percibió aquella carencia que podía fastidiar la alegría de los esposos. Ella se lo pidió a su hijo Jesús, y Jesús hizo el primer milagro de su vida: hubo vino abundante y de la mejor calidad para todos. Acudamos a la Virgen en esta y en todas nuestras necesidades. Acudamos a la Virgen del Carmen para pedirle la lluvia abundante que necesitamos.

La Virgen del Carmen es especialmente protectora de las gentes del mar. A ella se han dirigido y ella ha estado siempre atenta a sus necesidades. Ella acompaña a los marineros en sus faenas de trabajo, en los largos viajes de los que navegan hasta que alcanzan el ansiado puerto. Por eso, en los pueblos de costa, la fiesta de la Virgen del Carmen es especialmente celebrada.

La Virgen del Carmen es especialmente invocada para interceder por las almas del Purgatorio. Ella se encarga de llevar una a una a las ánimas benditas ante la presencia de Dios para entrar en el cielo. A ella le pedimos por nuestros difuntos.

El signo más visible de la devoción a la Virgen del Carmen es su escapulario. Llevar el escapulario de la Virgen del Carmen es signo de consagración a María, de confianza en su protección, como una buena madre.

Virgen del Carmen, tráenos la lluvia. Virgen del Carmen, protege a las gentes del mar. Virgen del Carmen, saca del Purgatorio a las ánimas benditas que te recomendamos.

 

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba.

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Fuente original: https://www.diocesisdecordoba.es/carta-semanal-obispo/virgen-del-carmen-ruega-por-nosotros

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